SUEÑA, PIENSA, CREE.......y ATREVETE
Aquí en mi blog quiero tener siempre leyéndome, viendo mis fotografías y enviándome sus mensajes a mi familia, a mis amigos, y a esa gente que ha estado conmigo en algún momento. Los que viven lejos y los que viven cerca, los viejos amigos y mis amigos viejos como yo. Los amigos más recientes. A mis reinas de todas las Ferias, a las “misses” amigas y a mis modelos que siempre compartimos en tantos eventos y a mis alumnos y alumnas de mis clases de oratoria. Los que veo todos los días y los que raras veces veo, los que siempre recuerdo y los que a veces olvido. Esas personas que sin querer me causaron daño o me ofendieron, aunque no olvido una ofensa a mi espíritu, digo como la escritora Edith Wharton “ la vida recubre esas ofensas con un rápido bálsamo, y quedan registradas en un libro que rara vez abro. ". Así que también las quiero en mi blog. Sin duda alguna, también quiero a esas personas que han estado conmigo en momentos difíciles y en esas horas donde se comparte felicidad. Y sobre todo, aquellas personas que me enseñaron tantas cosas hermosas y los que tal vez aprendieron de mí, pero por favor… ESCRÍBANME.
martes, 28 de septiembre de 2010

Oratoria



ORATORIA
En la presente ocasión, abordaremos unos de los temas más fascinantes de la historia humana. Consistente en aquel don de la oratoria, que ha estado sujeto a transformaciones, desde la Antigüedad, hasta nuestros días. La Oratoria ocupa un lugar especial, en la vida misma. El poder de la convicción, de representantes de cada país, es menester en un mundo de transformación. Estas transformaciones si fuesen en su totalidad, colmadas de ética y moralidad, cuán grande y evolucionado sería la existencia de cada ser. La Oratoria, es pues, unos de los elementos fundamentales en la unificación de criterios, y la comprensión y el estímulo de masas. Su intrínseca facultad de la oratoria, está inmerso en cada ser humano, aflorarlo y desarrollarlo es una de las metas de las personas que buscan un bienestar. Al decir bienestar, no deseamos que se entienda como un bienestar propio y egoísta, más por el contrario ha de entenderse, como la búsqueda de un real bienestar colectivo y mancomunado, velando los intereses de los valores trascendentes de una sociedad y no simplemente aquellos que constituyen valores suntuosos y superfluos, de bienes materiales. La oratoria, muy bien encaminada, por parte del poseedor, se beneficiará de grandes satisfacciones para su realización. La vida tendrá un nuevo sentido si lo conjuga con lo excelso de la existencia.

Es así, que en la edad contemporánea, se ha dado mayor soltura al aprendizaje de la oratoria, ya se nos es común apreciar, hoy en días, las infinitas invitaciones a cursos de enseñanza mediante folletos, impulsados por grupos culturales. Este factor de soltura, y de nuevas opciones, otorgan mayor desarrollo al mismo. Han quedado olvidadas y en buena hora, aquellas costumbres de las épocas pasadas, que era requisito fundamental dominar los gestos pintorescos, la modulación esterilizada, las posiciones acomodadas, las miradas precisas, etc.... Los cuales, el daño que realizaban eran muchas veces tremendas para el orador, quien se preocupaba más en los factores externos de visualización, olvidando los internos que nacen del corazón del verdadero orador. Estos factores internos deben ser primero cultivados, los restantes vendrán de añadidura. Si un orador, debe demostrar sinceridad, antes bien debe ser sincero consigo mismo y con los demás. Estas cualidades sólo son obtenidas, en el tiempo; ganadas por las experiencias objetivas de la vida. Todos estos aspectos, son tomados en cuenta en la actualidad. Hoy, no se busca ser engañado sino comprendido, escuchado, valorado, orientado y legitimado.
Hablaremos de la trilogía de la oratoria y sus cualidades de cada una de ellas.
Cuando ingresemos en la segunda parte, de este estudio, correspondientes a los grandes oradores contemporáneos; hemos querido nombrar aquellos más célebres, porque ciertamente sería imposible hablar de todos, más aún sabiendo que cada población por muy pequeña que fuese, siempre posee uno o varios oradores, por supuesto siendo diferentes unos de otros en calidad pero similares en el rol que tratan de desempeñar
Entonces, recordaremos a individuos que marcaron época, y nos interrogaremos ¿Cual fue la clave de su éxito?, y la respuesta vendrá anexa en sus orígenes de cada uno de ellos, teniendo todos por punto de armonía una cualidad común: "LA CREENCIA A SU PROPIA CAUSA".
Hablaremos desde los comienzo de la Edad Contemporánea, fines del siglo XVIII, retomando los hilos de la historia en Robespierre, posteriormente realizaremos un viaje imaginario a la India, donde encontramos la figura de la no-violencia, aquel "Mahatma o alma grande", que lleva por nombre característico Gandhi. Después iremos a América, encasillándonos en los Estados Unidos, para recoger de allí a un gran orador y presidente, que supo cumplir con su misión de dar libertad a los negros, y romper las cadenas de la esclavitud y del abuso, para entonces. Luego de ello, ingresaremos a nuestro país, y trataremos de encajar los tiempos a la historia universal, para extraer de lo recóndito de la historia nacional, a un gran presidente orador que tuvo nuestra República, que es reconocido por los especialistas como "el gran mago de la oratoria", hablamos de don Rómulo Betancourt, Rafael Caldera. Todo esto ocurrirá en la primera parte, ya en la segunda parte, nos abocaremos al estudio de las clases de oratoria, en tres formas: oratoria política, didactica y forense, dejando esta última para posterior estudio, por parte de otro componente del tema a tratarse. Ya que como sabemos, el siguiente punto corresponde a la oratoria forense y su importancia en el foro.
Con todo ello, hemos deseado haber cumplido con las espectativas de estudio, pudiendo tomar enfasis en los aspectos más sobresalientes de la Oratoria. Recordando siempre que la oratoria, es una virtud trascendente cuando se lo encamina en conseguir logros de notable reelevancia en la sociedad, tanto fuese este para la enseñanza educacional, como para resolver conflictos espinudos de la vida civil, y en tanto fuese ella para la vida política donde se dirige a una Nación hacia un fin.

Evolución Histórica De La Oratoria
La oratoria en la edad contemporánea: grandes oradores contemporáneos. Si la edad moderna comprende desde la toma de Constantinopla hasta la Revolución Francesa (Fines del siglo XVIII), entonces diremos que la edad contemporánea corresponde a lo subsiguiente de la anterior hasta nuestros días. Dijimos en anteriores oportunidades que la oratoria es el arte de hablar con elocuencia; de deleitar y persuadir por medio de la palabra.
Para aclarar lo dicho en pocas palabras, diremos que por elocuencia debemos entender aquella facultad de hablar bien y de modo convincente, gracias a la fuerza expresiva poseída por el orador, en todos sus aspectos tanto internos como externos; ahora bien debemos saber que, deleitar es causar placer o agrado en el ánimo o los sentidos de los oyentes y que persuadir significa convencer con razones a otra persona, es decir es el hecho de inducir a uno a creer o hacer algo. En cuanto a estos aspectos diremos que la oratoria, como arte y la elocuencia como fuerza expresiva, van juntas, ya que no se posee el arte si no se tiene la fuerza vital de esta. Referente al deleite y a la persuasión ambos son consecuencias de las primeras, y es en estas donde estriba el éxito de los oradores. La causa es la facultad del orador y el efecto es la atención, entendimiento, comprensión, convencimiento y los ánimos conseguidos en los oyentes por parte del orador.


ASPECTOS FUNDAMENTALES DE LA ORATORIA
La oratoria se encuentra reflejada en el discurso, y el discurso en su conjunto ofrece una trilogía, la cual en el presente periodo, han sido tomados con más énfasis, ya que con ellos se pueden alcanzar los objetivos trazados y los efectos deseados.
El discurso es el razonamiento extenso dirigido por una persona a otra u otras, es la exposición oral de alguna extensión hecha generalmente con el fin de persuadir, y que ella como dijimos se encuentra conformada por tres aspectos que son: tema o contenido del discurso, Orador y Auditorio.
1.- En primer lugar, tenemos el contenido del discurso, el cual debe ser tejido en el telar de las experiencias, debe estar copado de detalles, ilustraciones, personificaciones, dramatismo y ejemplos en algunos casos; y todos estos expresados con términos familiares y concisos los cuales den la comprensión y el entendimiento adecuado; en donde lo que se quiere decir sea entendidos por todos.
2.- Luego está el orador, el cual debe reunir los atributos adecuados (mentales, físicos y vocales), que contribuyen a vigorizar el discurso. Para tal cometido debe elegir temas por los cuales se siente convencido. Su atributo mental se refleja en copar toda la extensión de su disertación y saber limitarlo en los aspectos más importantes y sobresalientes. En cuanto al factor físico, corresponde el hecho de dar mayor relevancia en la acentuación mediante los gestos correctos, todos ellos diremos nacidos del corazón, los cuales deben ser realmente sinceros y no fingidos como algunos lo tienen por costumbre, para alcanzar sus apetitos propios, egoístas y vanidosos.
La vocalización es otro atributo, debiendo ser este claro, seguro, vivaz, determinante y conciso. Aquí se puede agregar un atributo más, el cual sería que todo orador debe estar preparado tanto psíquica, moral y espiritualmente. No debe poseer en su interior el deseo del engaño, ni beneficio enteramente propio, sino que debe ser un interés colectivo, debe sentir el agrado de dar a sus oyentes, en forma espontánea y verdadera las investigaciones realizadas.
3.- Por último nos encontraremos con el auditorio, el objetivo al que se dirige el discurso y el árbitro decisivo del éxito o el fracaso del orador.
El fin del orador es que sea entendido en sus anchas todo lo que desea otorgar al auditorio, para tal cometido los términos usados deben ser de interés de todos los reunidos en dicha oportunidad, debe imperar un ambiente participativo y leal.
Al margen de esto, es necesario que el orador conozca a quienes tiene en frente, por tal motivo, a razón de ejemplo, debe interrogarse ¿cómo es mi auditorio?, ¿el tema que deseo serles partícipes, llegará a ellos y cómo lograr esto?, dichas interrogantes deben ser respondidas por él mismo realizando una investigación cuidadosa al respecto, pero no debiendo caer en una preocupación desmedida al respecto.

Grandes oradores contemporaneos.
La oratoria es un don especial para el que lo posee, y un preciado tesoro para quien lo obtuvo, con su gran trabajo. En esto sabemos que en cada pais del mundo, encontraremos muchos virtuosos oradores, los cuales nombrarlos y contarlos uno por uno, sería realmente imposible, ya que muchos seres llevan en su interior este especial dote, algunos de ellos innatos en su ser, más en otros obtenidos por propio esfuerzo, pero impulsados por la voluntad y tenacidad. Para hablar de los grandes oradores, nos limitaremos tan solo a los más conocidos por la historia universal, a razón de su variedad de los mismos. Con el objetivo de copar todas las expectativas nombraremos a oradores políticos, los cuales marcaron épocas tanto en la historia del mundo, como en su país perteneciente. Para lo cual, serán expuestos un personaje de tres continentes; nos centraremos en América, en sus tres aspectos: Sud América, Centro América y North America.
Demos Inicio con:


El Continente Europeo. Empezamos en Europa, nos encontramos en la época de la Revolución Francesa. Allí está Maximilien de Robespierre, más conocido como "el Incorruptible", abogado de profesión, nacido en Arras, 1758. Sufriría la guillotina, conforme a sus daños causados, dando fin a su existencia el 28 de julio de 1794. Robespierre emergió de la oscuridad parlamentaria, estableció su preponderancia y habría de gobernar a Francia por medio de la oratoria. Hablando de sí mismo, decía que él había sido hecho para la revolución, y luchó por la revolución casi exclusivamente con palabras. "El amor a la justicia, a la humanidad, a la libertad", dice, definiendo su natural inclinación revolucionaria, "es una pasión como cualquier otra. Cuando nos domina, la sacrificamos todo". Sus habilidades oratorias ya eran evidentes antes de la Revolución, lo mismo que su uso de la oratoria como un instrumento de agitación popular. Durante los meses de excitación prerrevolucionaria y actividades en Arrás había habido quejas de que Robespierre insultaba directamente a la oligarquía local, dirigiéndose a quienes estaban fuera de su esfera. Y sus métodos de elección habían de suscitar el mismo cargo. Ya diputado, iba a ser acusado de Demagogia.
La revolución fue una gran época oratoria y Robespierre compartía con sus contemporáneos una excepcional fe en las palabras. Gozaba leyendo en voz alta a los clásicos franceses, una afición que revela el amor a la música de las palabras y una mentalidad de carácter oratorio. De cuando en cuando se quejaba de que la oratoria formal a la cual eran aficionados los diputados, y que imitaba conscientemente a los modelos romanos, especialmente Cicerón, eran menos valiosas que las efusiones espontáneas que nacían de un corazón simple y sincero, pero él, por su parte, era autor de esos discursos elaborados. Casi siempre leía un texto que ya estaba preparado. Los pocos manuscritos de propia mano que nos han llegado muestran docenas de correcciones que prueban esta actitud. Sus ideas eran compuestas, peinadas y empolvadas tan meticulosamente como su persona, antes de ser presentada al mundo. En ambos casos se dejaba ver el gusto del antiguo régimen, que persistía.
La oratoria revolucionaria en Francia era el producto de modelos clásicos, que en un tiempo habían sido modificados para adecuarlos a las necesidades del púlpito, el tribunal o el salón de conferencias, y que ahora fueron modificados por la revolución. Demóstenes y Cicerón, los máximos oradores de la antigüedad, eran estudiados minuciosamente, así como a los críticos y gramáticos que habían analizado y racionalizado lo que era más esencial en la oratoria. Aparte de estas preocupaciones puramente técnicas, tanto Demóstenes como Cicerón habían sido opositores a los tiranos, el primero a Felipe de Macedonia yu el segundo a Julio César. Y sus sentimientos y su pasión republicanos eran más apreciados por lo oradores revolucionarios. Ahora, por primera vez en la historia francesa, los temas de la ciudadanía, el patriotismo y el deber de resistir al rey eran predicados abiertamente. Cuando los revolucionarios volvían a las fuentes de la oratoria antigua, para encontrar en ella inspiración e instrucción, lo hacían en un nuevo espíritu: la sustancia era por lo menos tan importante como el estilo.
Los revolucionarios eran aficionados a la oratoria como se puede ser aficionado a la ópera o
el teatro. La carrera de Robespierre era igualmente deudora de la oratoria y, aunque él distaba de ser uno de los grandes oradores de su tiempo - sus contemporáneos Danton y Vergniaud, con temperamentos y carreras muy distintas, compartía ese honor- era muy admirado por sus colegas y podía sostenerse que era el orador más eficaz.
La forma y el fondo son inseparables. Aquí subrayo la forma, ya que el fondo de Robespierre es la base de todo lo que sigue. Cuando el joven Robespierre dio los primeros pasos en la carrera legal, los críticos de la oratoria tribunalicia distinguían dos clases de discursos: los de los abogados, que sacrificaban el estilo al deseo de ganar una causa, y los de los literatos, que utilizaban el estilo para revelar principios básicos racionales. Robespierre estaba dentro de estos últimos. Robespierre estaba entre estos último. Sus casos legales, por la forma en que los defendió, eran ejemplos específicos de posiciones generales. El caso Pagès, que versaba sobre un dinero prestado, se convirtió en una consideración sobre la usura; el caso de Mary Somerville, en torno a la herencia disputada, se transformó en una exposición de los derechos de la mujer; el caso Déteuf, que tenía que ver con una falsa acusación de robo, hecha por un monje que quería vengarse de una mujer que había resistido sus intento de seducción, se convirtió en un análisis del lugar que debe ocupar el clero en la sociedad. Ya hemos visto que el caso pararrayos y el caso Dupond llegaron a ser respectivamente una confrontación entre ciencia y superstición y una diatriba en contra de la justicia arbitraria y el encarcelamiento. Esta costumbre de generalizar liberó a la oratoria de Robespierre, incluso antes de la revolución, de buena parte de la jerga legal y la estrechez profesional que perjudicaba a muchos de sus contemporáneos, que también habían llegado a la revolución desde una carrera en la jurisprudencia. Robespierre rara vez opinaba sobre la oratoria y, cuando lo hacía, no tomaba en cuenta los aspectos técnicos del arte. El consideraba la inspiración, para sí mismo y para cualquiera que hablara con propósito y sentido, como fundamental. Como orador, Robespierre inició la revolución con ciertas desventajas técnicas. Hablaba como un fuerte acento regional artesiano; su voz, demasiado aguda para ser naturalmente agradable, era débil de volumen y carecía de variedad en los tonos. Su presencia física no era imponente: era un hombre bajo y delgado, con una cabeza voluminosa. Su mala vista le exigía usar gafas, que aveces se levantaba sobre la frente, cuando estaba hablando, para frotarse los ojos. Los gestos que hacía en la tribuna eran breves, un poco brusco y crispados. En otras palabras no tenía la presencia de un orador importante y dominador, y estas insuficiencias estaban agravadas por la costumbre de leer sus discursos, hundiendo las narices en el texto escrito.
Robespierre era perfectamente consciente de sus falencias, y procuraba vencerlas o lograr que sus oyentes no las notaran. De todos modos, su importancia no radicaba en la perfección técnica de su oratoria, sino en lo que tenía que decir. Lo que no podía aprenderse era lo que más importaba, "una elocuencia que brota del corazón y sin la cual nada es conveniente". Y esta elocuencia él la poseía y se explayaba en la revolución. Incluso era capaz de improvisar brillantemente, aunque lo hacía pocas veces, prefiriendo no entregarse a las pasiones del momento, atento a obtener esa precisión que sólo la da la pluma. En sus manuscritos encontramos dos clases de correcciones. A veces con la pasión de la destrucción, tachaba pasajes enteros "con una red de barras irregulares". En otras ocasiones sustituía una que otra palabra, buscando cuidadosamente el vocablo justo. Asimismo, los manuscritos de Robespierre revelan mucha atención a los efectos. Insertaba con todo cuidado pausas destinadas a impresionar a los oyentes con el horror o hacer que estallan en aplausos entusiastas. Y como siempre hablaba para los que estaban más allá de las paredes de la Asamblea y que tendrían que leer o escuchar sus discursos de segunda mano, se tomaba el trabajo de lograr que sus palabras fueran repetidas exactamente. Elaboró un estilo que consistía en hacer pausas frecuentes, como si estuviera dictando su discurso. "Como el elocuente Robespierre siempre se interrumpe, para mojarse los labios", escribe un periodista, "uno tiene tiempo para escribir".
Estos discursos cuidadosamente preparados, pronunciados con nitidez, con adecuadas citas de Bacon, Leibniz, Condillac y Rosseau, entre los escritores modernos, con las alusiones clásicas favorecidas en esos tiempos, con pausas para lograr efectos dramáticos y énfasis para obtener aplausos, era el medio por el cual Robespierre se revelaba, dictaba una autobiografía revolucionaria al mismo tiempo que revelaba a la Revolución. Había adquirido ahora el hábito de pensar en voz alta ante sus oyentes, a menos esta era la impresión que daba. Y lo lograba haciendo preguntas retóricas que muchas veces dejaba sin respuesta, con el propósito de sembrar una idea y también obtener un efecto retórico. Esta afectación molestaba e intrigaba a la vez. ¿Que debemos hacer ahora?, ¿Cuál es la mejor manera de asegurar la supervivencia de la Revolución?, ¿Fortalecerá mi muerte los fundamentos de la virtud?. Estas y otras preguntas semejantes era su manera de entablar con sus oyentes un diálogo moral y público, compartiendo con ellos sus dudas y temores.
Robespierre, poseía temores particulares, los cuales no lo incorporaba a su oratoria, y esto por razones obvias; ya que unos de sus temores era previo ingreso a la tribuna, esto por su timidez, y así lo hace saber él mismo a su amigo Etienne Dumont, pero "cuando empezaba a hablar" se veía libre de la angustia y "ya no era consciente de sí mismo".
"La mente de Robespierre tendía a un modo dialéctico de pensamiento y expresión. El no buscaba el reposo y la serenidad, aunque la forma de su discursos expresa orden y equilibrio en un grado extremo. Buscaba el vigor, el trueno de los anatemas, como cuando denunció al general Dumouriez o condenó al despotismo como un mar sin orillas, que inunda al mundo y lo convierte en "el patrimonio del crimen". Este estilo tiene sus peligros. Robespierre, como Rousseau antes de él, solía ser arrastrado por sus excesos retóricos, se entregaba al tema rapsódico que él mismo componía, quedaba hechizado por los sonidos de las palabras, que rodaban como olas sobre el temsa, enterrando el sentido bajo el sonido. Robespierre, cuando pierde el control de su verborrea, cuando se aleja de lo concreto y los detalles, flota patéticamente, acumulando imágenes y abstracciones. La voz única de Robespierre, tanto tiempo aislada y temida en la Constituyente, se convirtió en la voz de los Jacobinos y después en la de Francia revolucionaria".


America, nuestro Continente. Para hablar de los oradores de América, empezaremos por North América, pasando por Centroamérica y dando por broche de oro Sudamérica, otorgando por exponente a un representante nuestro.
Al hablar de E.E.U.U., no existe duda de nombrar a su gran exponente de todos los tiempos, de la historia norteamericana. Para mejor comprensión nos situaremos en los años 1809, en el estado de Kentucky ( en una población cerca a Hodgenville), correspondiente al año y lugar de nacimiento de este célebre personaje.
Los primeros años de su niñez, estuvo inmerso en la vida del campo, ya que provenía de una familia que poseía como fuente de ingreso: la labranza. Este factor, fue fundamental en su preparación tanto física, psíquica como moral. Se cultivó de muchos dones, los cuales dio florecimiento, gracias a su gran apego a la lectura de libros.
Alrededor de los doce años de edad, expuso su primer discurso, en una pequeña parcela, la cual atrajo a los transeúntes, a quienes cautivó con sus palabras colmadas de veracidad y énfasis. Causando gran impacto en los escuchas, ya que en forma involuntaria dieron a relucir su aprecio y, comprensión al discurso, proporcionando aplausos, que en esos momentos era todavía exteriorización de sentimientos sinceros de un auditorio que encontró el entendimientos de sus cotidianas actividades, pero más que esto, fue el recibimiento a un nuevo estandarte de Norteamérica, que encontrará su realización años más tardes. Valga en esta oportunidad, hacer la aclaración, de que el contenido del discurso expuesto por el personaje en estudio, era una repetición de un texto que había leído en sus momentos de ocio, en donde se comentaba la ubicación fundamental del campesino en la sociedad; llegando a agradar en demasía a dicho lector, quién no dudo en hacerlo público, representándolo con palabras entendibles para su corta edad, con la cual no existió oyente alguno que no entendiera.
Con el transcurrir del tiempo, fue creciendo en estatura y conocimiento. Acabados sus años de estudios básicos en su terruño, se decidió ingresar en la profesión de la abogacía. Aquella profesión que le otorgaría grandes satisfacciones, llegando a comprender la situación de los Estados, tanto negociables como políticas.
Dolido por el maltrato, que recibían los esclavos negros, quienes eran considerados en una escala de valores reducidísima, inclusive llegando a la absurdez de confundirlos con animales. Tremendo fue el impacto recibido, más aún cuando se dio cuenta que también los campesinos, fueron reducidos a simples productores de la canasta familiar, sin ninguna intervención en los asuntos del Estado, ya que pocos eran los privilegiados en poder culminar sus estudios profesionales debido al desinterés de culturización al campesino, y más aún que los textos de estudios en las escuelas rurales no eran los apropiados en su totalidad. Por esto es que se propuso fehacientemente destruir con esas vanas convicciones, que lo único que causaban era la desunión interna de cada Estrado. Hasta aquí hemos comentado sobre las raíces del célebre personaje de los Estados Unidos. Es momento de dar su completa identidad, con motivo, que desde el momento de su egreso como Abogado en 1837, empieza su nombre a quedar gravado en el recuerdo, como aquél quien marcó una época en la historia universal, llegando a ser conocidos inclusive fuera de sus latitudes hasta hoy en día, como en esta oportunidad, lo hacemos nosotros. Es así, que Abraham Lincoln, posterior a su egreso profesional, comienza a dar cumplimiento a su promesa realizada en su fuero interno. Comienza a defender las causas antiesclavistas. Ganando, el reconocimiento por parte de los Estados Unidos, por su preparación tanto jurídica como formativa de su ser.
En el año 1856, es adhiere al Partido Republicano. Constituyendo su elección la detonante de la guerra de Secesión, culminado durante el año 1863, con la abolición total de la esclavitud. Abraham Lincoln, fue conocido por todos los de su época, como un individuo sincero, sencillo, correcto y dotado de claridad en su expresión.
Todos se preguntaban cual era la formula mágica, con la cual Lincoln convertía o producía un pequeño discurso en acción. Ciertamente, el poseía el don de la persuasión, es decir obtener acción por parte de su auditorio, así como lo consiguió, en los años de su juventud en aquel primer auditorio ameno constituidos por labradores.
Aquella anécdota, era recordado por siempre por Lincoln. En algunos discursos él comentaba a su auditorio sus propias experiencias, junto con otras ajenas, nombrando primero al sujeto que recordaba en ese momento, para luego dar inicio al comentario del mismo. De esta manera él informaba, convencía e impresionaba, todo ello como consecuencia a las reales verdades y sinceras palabras que emergían de su interior, ya que él vivía el momento de su discurso como si fuese un pobre, esclavo, negro, campesino, o industrial, dependiendo las circunstancias en que se encontraba.
Así nos lo demuestra, en su declaración: "Mi modo de comenzar un alegato y conseguir el triunfo, consiste, decía Lincoln, primeramente, en hallar un punto de coincidencia".
Esto lo realizaba siempre, inclusive cuando hiva a abordar el candente problema de la esclavitud. "El Espejo", nombre del periódico neutral, realizó una crónica a una de las charlas de Lincoln: "sus oponentes no podían estar en desacuerdo con ninguna de sus palabras. Desde allí comenzó a conducirlos, poco a poco, apartándose hasta dar la impresión de que habría logrado convertirlos a todos en sus partidarios". De esta manera Lincoln, al comenzar su discurso, no mencionaba o trazaba los desacuerdos de las partes, sino que buscaba la unidad entre ellas al fin que se deseaba alcanzar. Si sus discursos fueran a atacar y destruir, no tendría sentido el consenso al que deseaba llegar.
Lincoln, ante los jurados, trataba de obtener decisiones favorables. En sus discursos políticos, trataba de obtener votos. Su propósito por consiguiente se dirigía a obtener acción.
Antes de proseguir, se debe tener en cuenta que la existencia de Lincoln, como de cualquier otro, no fue un compendio de éxito por doquier. Lincoln, tuvo que saborear el fracaso, para conocerse más a sí mismo, porque gracias a ella, comenzó a comprender sus cualidades y el enfoque a la que debería dirigirlas.
Como ejemplo, de caídas, recordemos uno de sus errores: "Dos años antes de ser elegido presidente, Lincoln preparó una conferencia sobre invenciones. Su propósito era entretener . A menos, ese había sido su objetivo, pero no tuvo mucho éxito en este sentido. En realidad su carrera como conferenciante entretenedor popular fue un fracaso". Pero en contrapartida, tuvo un éxito extraordinario en sus otras disertaciones; algunos de ellos han llegado a ser ejemplo clásico de exclusividad. ¿Por qué? En gran parte, porque en dichos ejemplos conocía perfectamente su objetivo, y sabía cómo llevarlo a cabo.

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