SUEÑA, PIENSA, CREE.......y ATREVETE
Aquí en mi blog quiero tener siempre leyéndome, viendo mis fotografías y enviándome sus mensajes a mi familia, a mis amigos, y a esa gente que ha estado conmigo en algún momento. Los que viven lejos y los que viven cerca, los viejos amigos y mis amigos viejos como yo. Los amigos más recientes. A mis reinas de todas las Ferias, a las “misses” amigas y a mis modelos que siempre compartimos en tantos eventos y a mis alumnos y alumnas de mis clases de oratoria. Los que veo todos los días y los que raras veces veo, los que siempre recuerdo y los que a veces olvido. Esas personas que sin querer me causaron daño o me ofendieron, aunque no olvido una ofensa a mi espíritu, digo como la escritora Edith Wharton “ la vida recubre esas ofensas con un rápido bálsamo, y quedan registradas en un libro que rara vez abro. ". Así que también las quiero en mi blog. Sin duda alguna, también quiero a esas personas que han estado conmigo en momentos difíciles y en esas horas donde se comparte felicidad. Y sobre todo, aquellas personas que me enseñaron tantas cosas hermosas y los que tal vez aprendieron de mí, pero por favor… ESCRÍBANME.
lunes, 27 de diciembre de 2010

LAUDE: MI LIBRO ESPECIAL DEDICADO A MI FAMILIA
LAUDE: UN HOMENAJE A MI MADRE
MIS RELACIONES CON LOS DEMÁS




“Laude”
Memorias noveladas, escrita en pequeños relatos

Uno de los objetivos que me propuse cuando escribí “Laude” es no dejar perder y al mismo tiempo recuperar, en la medida de mis posibilidades, parte de las tradiciones, costumbres y lugares de mi tierra natal dentro de mi entorno familiar y de mi querido barrio “18 de Octubre” en donde viví parte de mi niñez y juventud que con la agitada vida moderna son tan fáciles de perderse para siempre. Por eso catalogo este libro como un libro localista.
Nos referimos a localismos, en contexto socio-geográfico, a peculiaridades de un pueblo o de una pequeña localidad con respecto a una unidad territorial mayor. Y es curioso cómo le hemos dado a este vocablo un valor un tanto despectivo. Sólo a través de ello se puede llegar a un universalismo que no exige la negación de partes de uno mismo, todas ellas son esenciales, tanto si se trata de individuos como de colectividades. Lo vivido se “empoza en el alma”, a decir de César Vallejo. Los relatos de este libro es un continuo retorno a las raíces expresadas con nostalgia
Hay muchas personas que han tenido experiencias excepcionales, o vidas complejas que son dignas de ser contadas y no tienen ningún sitio donde poder expresarlas para que la gente las conozcan y se enriquezcan con ellas. Pretendo, entonces, que este libro se convierta en una hemeroteca en donde están archivadas las cosas menudas de mi gente, cosas que aparentemente no tienen importancia pero es con ellas con las que hacemos cada una de nuestras vidas anónimas. En tal sentido inicio mi libro con estas palabras: Cuando escribimos sobre la familia escribimos, lógicamente, sobre el país donde vivimos.


Quiero agradecer su presencia a familiares y amigos, el contenido de mi libro es para ustedes, espero que lo disfruten porque está escrito con un tinte muy familiar e intimista, es decir, está relacionado directamente con la condición humana y expuesto en un lenguaje que no es esencialmente distinto del lenguaje utilizado por la cotidianidad. No estoy intentando decir que el intimismo del lenguaje de este libro no sea inherente al texto literario, no se trata de esto; lo que estoy intentando explicar es que lean este libro con la humildad que yo dejé en cada uno de sus párrafos. Me placen las vidas sencillas y transparentes.

Jubilarse es volver a comenzar
Para finalizar quiero leer un párrafo de mi agradecimiento: “... Cuando me jubilé de La Universidad del Zulia, dispuesto a asumir una nueva etapa en mi vida, entre los planes a desarrollar anoté que ya era tiempo para escribir estas Memorias. Jubilarse es volver a comenzar porque significa un cambio radical y por ello hay que predisponerse para seguir sintiéndose bien y mantener el espíritu creativo. Esta etapa de la vida no es estéril. Junto a la libertad conseguida, es preciso unir la felicidad. Entonces, visto de esta manera, la jubilación es el estado existencial más hermoso de la vida y es el momento de encontrar donde están las bases de sustentación de la personalidad. Tenemos tiempo para buscarla. Los jubilados somos los portadores de la tradición que sirve como punto de conexión entre distintas generaciones. Sólo tenemos que buscar los cauces para canalizarla adecuadamente...”.


LAUDE: Mi madre
Mi libro ya publicado lleva por nombre "Laude", el título hace referencia a que es un homenaje - laude, alabanza, loas - a mi familia, a mis antepasados y coincidencialmente "Laude" es apócope del nombre de mi madre: Laudelina, el libro está dividido en capítulos y cada capítulo en pequeños relatos, siendo el último relato el titulado "Laude", y en él, en forma sucinta, recojo mis impresiones sobre mi madre cuando vivía sus últimos días. Recuerdo con alegría a esa mujer que fue mi madre, porque dedicó su vida al fiel cumplimiento de su deber.

Laude: una mujer campesina
Digo en varios párrafos de mi libro: "... Laude, esa mujer campesina que creció en un mundo bucólico donde se hizo mujer y se elevó sabiamente está perdiendo fuerzas para seguir luchando / Tuvo la osadía de romper con desenfado los avatares de la vida, ya se siente extenuada / Ella, que llegó a comprender muchas cosas distinguiendo los matices del mundo donde se estableció, sin odios ni rencores / En ella había un toque de distinción: no aceptó el divorcio, a pesar de las constantes rupturas, y unas, muy dolorosas. / En ella había un acuerdo implícito: Lo que Dios une, los hombres no pueden desunir / Llevaba consigo la vanidad de ser madre. Eso la halagaba / Decía: Mis hijos son cuatro premios que Dios me otorgó / Ser madre era el precio que ella tenía.

El precio por ser distinta... Cuando Antonio Romero, su esposo, murió, terminó la tregua / Pero llegó el final de una mujer que vivió en su matrimonio los influjos de la separación / vivió siempre entre el encuentro y el desencuentro / En ella siempre estaba presente la búsqueda de la felicidad; de esa luz intermitente que regocija a los seres humanos / Logró edificar un hogar propio y fructífero: esa fue su eterna lucha / Pensaba que no habían puertas cerradas, siempre había una forma de abrirlas / Hubo silencios en su vida / Ay, ¡Cuántos silencios! / Esa mujer dedicada y soñadora, en sus últimos días no lloraba. No sabía llorar. Respondía con monosílabos a todas las preguntas que le solían hacer aquellos que queríamos que siguiera viviendo / Reía sin saber que reía, mas bien, sonreía. Sólo miraba a través de sus gruesos cristales / Su vida se fue extinguiendo poco a poco y un 10 de agosto, a las 11 de la noche, dio su último suspiro: falleció Laude, la mujer luchadora...".

El recuerdo de mi madre
Hoy siento alegría al recordar a mi madre, por valiente, por amorosa y por humana, en el verdadero sentido de la palabra. Yo la recuerdo como una mujer llena de virtudes como también son todas las madres del mundo. A veces pensamos que actúan no muy de acuerdo a nuestras ideas, y se equivocan, cometen errores, porque, definitivamente, también son humanas, pero para todos nosotros, siguen siendo perfectas.

Una oración inolvidable
Les cuento que mi madre nos reunía a sus cuatro hijos cuando éramos niños, todos los días antes de dormir nos decía: “... hijos, junten sus manitos y repitan conmigo esta oración que me enseñó la abuela Rosarito: Bendita sea tu pureza / y eternamente lo sea / Pues todo un Dios se recrea / en tan graciosa belleza / a Ti Celestial Princesa / Virgen Sagrada María /Yo te ofrezco en este día / alma, vida y corazón / Mírame con compasión / No me dejes Madre Mía / Amén...




MIS RELACIONES CON LOS DEMÁS
Antonio Romero Prieto
Me gusta hilar reflexiones sobre temas que me han tocado muy de cerca. A veces, aferrándome a los detalles, virtud que aprendí de mi madre, para explicarme mejor. Además es una característica del buen docente: ser didáctico. Me dedicaré en estas páginas a hacer reflexiones sobre mis relaciones con los demás, esperando, de este modo, hacer méritos a quien lo merece.

He vivido en armonía con mis semejantes

y queriendo aprender nuevas pautas, cursé estudios de postgrado en Orientación en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad del Zulia. Allí aprendí algo más en lo conducente al crecimiento, la paz, la esperanza, la tolerancia y la coexistencia basada en el amor. El amor entendido en todas sus dimensiones. Profesionalmente comparto el enfoque centrado en el cliente que creó Carl Rogers, captando el espíritu y una actitud humanista en las relaciones, en donde abogo por el equilibrio, ya que es el camino para llegar a la tolerancia.

Me sentí siempre responsable ante mi familia...

tanto de mi familia de origen como la que construí con el matrimonio. Aproveché, sin duda, de las oportunidades que me ha dado la vida. Ocupé el puesto de mi padre, no por asalto, sino cuando la situación lo demandó, eso sí, en una secreta retaguardia, en donde quise llenar ese vacío que no podía permitirlo dentro de mi familia. Siempre he apostado al equilibrio conservando la suficiente discreción. Mis padres, mis hermanos y mis familiares en su justo valor. Igual lo hice en mis lugares de trabajo, cumpliendo con cierta timidez y mucha formalidad, escuchando las palabras serenas y reconfortantes de aquellos que sabían y que habían llegado antes que yo.

Aunque suene a pastoral, no es mi intención...

ya conozco ese tipo de discurso. Hoy, estoy dejando saber mi opinión sin tintes sacerdotales, pero sin estar lejos de ellos, porque mi formación es totalmente religiosa en donde acumulé valores humanos y espirituales para cada día mejorar mi calidad de vida, en cuanto a mi desarrollo personal, profesional y mis relaciones interpersonales. Tampoco pretendo que esto se convierta en un documento académico. Nada más lejos de la verdad; mi intención solamente es trasmitir mis reflexiones, simple y llanamente a mis familiares y amigos que me hacen el favor de atenderme.

Me casé muy joven...

cuando lo hice juré a mí mismo que evitaría riesgos y aventuras. Falté a ese juramento en algunas oportunidades, y no me arrepiento, porque falté con la firme convicción de que lo hice respondiendo a los latidos del corazón y a mi buena fe. ¡...Las cosas de la vida...! Fuerza misteriosa que te impulsa a obtener placer hasta en los gestos más sencillos. Pero en fin, el matrimonio, la elección de la pareja y lo más importante, escoger a la madre de tus hijos es una inmensa responsabilidad. Yo lo asumí del mismo modo que asumí responsabilidades en el hogar de mis padres. Esas relaciones primarias que me sirvieron de modelo y aprendizaje para el ejercicio de mi vida matrimonial que ya arriba a los cuarenta y seis. La vida en pareja también conlleva toma de decisiones y sacrificios, pero estos deben ser medios y no fines, debemos tomarlos como instrumentos para alcanzar la alegría, la paz interior, el placer psíquico y espiritual, que en conjunto es el objetivo del amor.



En mi matrimonio...

tiempo para todo, y, obviamente, hubo momentos en que mis sentimientos no estaban de acuerdo con mis objetivos y lúcida conciencia, pero gracias a Dios, surgieron los excelentes acuerdos negociables, que funcionaron y que removieron el espacio interior. En ese espacio se reconocen sentimientos, pensamientos y emociones para convertirlos en hechos positivos. No somos omnipresentes ni perfectos, no somos iguales, por eso hay que respetar las diferencias, no hay que hacer mella en el respeto y en el cariño que debe permanecer entre los seres humanos. Por más adulto, centrados y seguros que nos sintamos seguimos cometiendo errores y nos asaltan las dudas en algún momento de nuestra vida. Somos humanos y el errar es de humanos, tampoco puede ser esto una justificación. El hecho de ser feliz no está relacionado con la existencia o no de contrariedades, sino con la manera en que nos enfrentamos a ellas. De hecho, no existe un ser humano todopoderoso, todos tenemos limitaciones.

Mis hijos, mis trofeos...

como decía mi madre, mis dos grandes trofeos que me gané a pulso, prodigándolos de amor y comprensión. Entre ellos y nosotros, sus padres, siempre ha habido un espacio insustituible. Siempre nuestros hijos aunque enmarcadas dentro de relaciones amigables, respetando las jerarquías. De ellos, los nietos que son los premios mayores. Estoy seguro que ser padre, es lo mejor que he hecho en mi vida. Ser abuelo es el título que se recibe al terminar una carrera y sobre todo la certeza de que valió la pena.

En cuanto a mis relaciones con mis amigos...

lo he hecho dentro de los parámetros que reclaman esas mismas relaciones. Para los cristianos es la comunión de Dios, en donde experimentamos un fuerte impulso de simpatía, un interés y sentimientos de afinidad, lo que se llama sencillamente un encuentro, y la amistad se construye con una secuencia de encuentros. El impulso amistoso brota a menudo de las profundidades afectuosas de nuestro psiquismo. Pero, en honor a la verdad, la amistad implica diálogo y reciprocidad. Aquí no incluyo, obviamente, a los conocidos, a los amigos de grupos, a los colegas, a los camaradas, vecinos, paisanos y los que llamamos compañeros, por estar formando parte de un club o cualquier grupo social o político. Ni tampoco a las relaciones amistosas con aquellas personas significativas de un grupo social. Estos, también son importantes, pero no son mis amigos, evidentemente, se trata de realidades diferentes. La confusión puede perjudicar tus relaciones interhumanas “ Sólo se llega a la intimidad cuando tenemos un respeto tan profundo por las actitudes, derechos y sentimientos de los demás como por los nuestros”. Creo que las relaciones perdurables son aquellas que nosotros intentamos aceptando a las otras personas como son y ubicándoles en su justa dimensión, atendiendo a sus niveles existenciales. Lo indiscutible es que una o otra relación hacen salir a la persona de su incomunicación y lo promueven a un nivel superior de existencia.

Mis entrañables maestros y maestras...

que dejaron huella en mí. Los Hermanos Maristas, los maestros de la Escuela Normal, los del Liceo Udón Pérez, los del Liceo Elías Sánchez Rubio, los de la Escuela de Arte Julio Árraga, los de la Escuela de Letras y los de la maestría en Orientación, los de Psicología en la UTE, mi respeto. Los que me promovieron, los que me aplazaron y los que consideraron que debía diferir. Los que me felicitaron y los que me cuestionaron, convencidos de que tenían razón. Todos están en mí porque de una u otra manera, contribuyeron a que yo llegara a dónde estoy. Todos dejaron una enseñanza. De ellos aprendí la lucha por la educación, y con el arraigo por los años de mi vida de estudiantes, descubrí que mi vocación estaba en las aulas de clases y en un gabinete de orientación.


Mis compañeros de trabajo... de estudios y los amigos...

que encontré en esos puntos laborales, aún lo conservo. El altar iconográfico, que no es más que el recuerdo permanente de ellos, lo he colocado en una pared de mi oficina o gabinete que instalé en una habitación de mi hogar. Lo exhibo como relato iconográfico. Me gusta recordarlos y mantener presente esos momentos tan importantes que construyeron mi hoy, sean buenos o malos, no importa, porque tantos unos como los otros están bien capitalizados. Siguen en mí, son parte de mí y con ellos aprendí la solidaridad. Debemos aceptar las personas integrantes de un grupo tienen opiniones diferentes y comentarios que, en algunos casos, provocan discusiones, pero que nunca deben confundirse con peleas. Dice el alquimista que existe un lenguaje que va más allá de las palabras que es el lenguaje del perdón y del amor: eso es muy cierto. Preferí en todo momento expresarme con palabras significantes y honestas.

Mis alumnos y mis clientes...

(término utilizado por los orientadores para referirse a aquellas personas que solicitan nuestros servicios profesionales), forman parte de esas relaciones especiales llenas de amor y entrega. De ellos, he aprendido que el compromiso con tu profesión queda sellado para siempre, tanto que el tiempo no lo borra. Desde mis inicios como maestro de educación primaria, pasando por profesor de secundaria hasta profesor universitario, todo un trajinar de muchos años, muchos años hasta el día de hoy han sido fructíferos; y como orientador, han sido momentos hermosos ofreciendo la ayuda solicitada en momentos de conflictos. La lucha ética por lograr cambios que implique felicidad en nuestros semejantes ha sido mi estandarte. Ese fue el oficio que escogí: servir modestamente al que solicite mis servicios.


Ya camino hacia la vejez...

una etapa más del proceso vital; no la apresuro, porque no quiero envejecimiento prematuro, todo a su tiempo; pero pienso que esta etapa no tendría que ser más triste o más alegre que la juventud o la adultez. “Tenemos que estar preparados para las sorpresas del tiempo”, dice Coelho en el Alquimista. Todo depende del compromiso y la mística con la que llegamos a enfrentar esta etapa. Todavía estoy en el trayecto de la vida, aún puedo otear curvas y rectas en ese camino. Todavía me falta campear tormentas y alegrías que deja pasar el tiempo. Esa es ley de vida y nadie puede cambiarlas, aunque podamos individualizar nuestros proyectos. Dice Paulo Coelho que cuando todos los días parecen iguales es porque las personas han dejado de percibir las cosas buenas que aparecen en sus vidas siempre que el sol cruza el cielo. El final de nuestras vidas empieza a construirse desde el principio, tanto que, lo que sea, serás lo que vayas siendo. La vida me ha enseñado que debo ser como el cañaveral que cuando se le corta hecha más raíces y crece con más fuerza.

Confieso que he vivido

Espero, si Dios me lo permite, llegar a la vejez con una alforja llena de alegrías y un cúmulo de reflexiones. Convencido de que mis actos nunca fueron sacrificios ni gestos heroicos, lo cierto es que no tengo nada de que arrepentirme. No hay nada extraordinario. Es el momento de revalorar los aciertos, enmendar los errores y recargas baterías para lo que falta de vida. Pero lo más importante es que, mirando hacia atrás, no me queda otra cosa que recordar las palabras del poeta Pablo Neruda: Confieso que he vivido.


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